Del futuro del empleo, obra pública y activos financieros

-Uno de los principales temas del G-20 es el futuro del trabajo. ¿Cómo está el país con relación al debate global?

Los cambios tecnológicos van a ser absolutamente permanentes. Uno tiene a veces la sensación de que hay que preocuparse solo en los sectores vulnerables o en los más problematizados, pero el cambio es en todos los sectores. El rubro agropecuario se mantiene competitivo porque ha incorporado tecnología. Vivimos en un mundo en el que el progreso tecnológico es permanente y que nos puede llevar a pensar en pocas décadas que la manera de producir ahora nos parezca casi medieval. En algún momento la inteligencia artificial puede acelerar la absorción de los conocimientos y alterar los tiempos.

-¿Se puede aprender del resto de los países?

Es un tema muy diverso, que va a abarcar todos los sectores de la economía y por eso la Argentina lo planteó con una visión muy de futuro, porque buscamos compartir las mejores prácticas, y cómo esto lleva a más riqueza y más empleo. En Estados Unidos, a fin del siglo XVIII, se dedicaba a la agricultura el 90% de la gente; ahora, solo el 1%. Eso no quiere decir que haya una crisis del empleo; al contrario, ahora tienen una de las tasas de desempleo más bajas de la historia. En un mundo globalizado, cambia el patrón del empleo, hay que estar muy atento y ser versátil.

-Otro de los temas a debatir son las inversiones en infraestructura y el objetivo de convertirlos en activos financieros. ¿Por qué es importante eso?

-La primera vez que escuché este tema fue en Davos el año pasado. En ese entonces, Axel Weber, que en ese momento era presidente del Bundesbank, planteó que en los últimos 10, 20 o 30 años se aprendió mucho sobre los contratos de deuda soberana, que nacieron de un esfuerzo del sector público, visible en el Plan Brady, que transformó la deuda bancaria de los 80 en activos financieros líquidos, con lo cual los países se financiaron y, de ese modo, se convirtieron en el centro de la arquitectura financiera mundial de los últimos 30 años. Entonces, él planteó por qué no hacer el mismo esfuerzo ahora: tenemos 8 trillones de dólares o activos en el mundo vendiendo a tasa negativa; un montón de proyectos de infraestructura altísimas. Yo tengo mi estimación de que el Metrobus de La Matanza tiene una tasa de retorno del 150%, por el ahorro de tiempo que genera entre otras cosas.

-¿A qué se refiere en concreto?

-Hay proyectos muy rentables. ¿Cómo puede ser que tengas plata rindiendo cero cuando hay millones de proyectos? Algo que no está funcionando y encima hay poblaciones que envejecen en todo el mundo y quieren conseguir un retorno para su retiro. La idea es que los contratos de infraestructura tengan un modelo estandarizado, como sucede cuando se compra un contrato de deuda soberana, sea de Nigeria o de Rusia. Hay un mecanismo de resolución de conflictos muy estandarizado. Eso hace que un inversor se acerque. Si se hace lo mismo con infraestructura, la idea es que en vez de financiarlo con un constructor, se venda el activo en mercados líquidos, lo que hace que al que está interesado en invertir, lo pueda hacer sin tener que montar una compañía constructora. Se puede, así, comprar una parte de un camino en Colombia, otro en Rusia, otro en la Argentina. Le doy liquidez y le doy diversificación de riesgos. Para eso hay que estandarizar los contratos.

-¿Cómo fue recibida esta idea?

La Argentina propuso esta idea y tuvo una recepción muy alta: los países avanzados tienen la demanda que buscan; los países emergentes consiguen financiamiento; se trabaja de una manera concreta para generar documentos y ejemplos concretos, que se van a presentar no en la reunión ahora, sino en la de junio, de ministros de Finanzas y presidentes de bancos centrales. Para mí, esto tiene una dimensión bastante relevante, que es el tema de la corrupción: si los contratos de infraestructura son los mismos, que tienen un mecanismo de litigio internacionalmente reconocido, los contratos van a tener mucha más transparencia, ya que va a tener que responder a un formato muy estudiado. Es una agenda que a su vez tiene un impacto en esa dirección.

Fuente: La Nación

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