Infraestructura energética: el desafío crucial para asegurar el futuro energético argentino
Argentina posee un enorme potencial energético gracias a recursos como Vaca Muerta y las energías renovables (eólica y solar), que la posicionan como un posible exportador neto de energía. Sin embargo, ese potencial enfrenta un obstáculo estructural que amenaza su desarrollo: la insuficiencia y obsolescencia de la infraestructura energética, especialmente en transporte eléctrico, oleoductos y gasoductos.
Actualmente, las líneas de transmisión operan al límite de su capacidad, lo que no solo desacelera la expansión de la oferta energética, sino que también pone en riesgo el abastecimiento en picos de consumo y limita el acceso a los nodos de exportación. Superar este cuello de botella requiere inversiones millonarias que el Estado, en soledad y con severas restricciones fiscales, no puede cubrir. Por eso, el rol del capital privado resulta central, aunque condicionado a la existencia de marcos regulatorios claros, estables y previsibles.
En respuesta a esta situación, el Gobierno nacional anunció un plan de inversión privada por 6.600 millones de dólares para expandir y modernizar el sistema eléctrico. Entre las obras previstas se destacan la incorporación de 5.600 kilómetros de nuevas líneas de alta tensión (un incremento del 38,3% de la red actual) y 17 proyectos distribuidos en el país, incluyendo el refuerzo del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA I y II), la línea Vivoratá-Plomer y la interconexión Puerto Madryn-Choele Choel-Bahía Blanca, fundamental para transportar energía renovable. Además, se lanzará el proyecto AlmaGBA, que sumará baterías de almacenamiento al AMBA para mejorar la seguridad de la red.
No obstante, el desafío va más allá del transporte eléctrico. También se requieren soluciones urgentes en generación de energía y en transporte de gas natural, en un contexto macroeconómico que complica el cierre financiero de proyectos privados debido al alto costo de capital. Por eso, expertos advierten que, para avanzar, será necesario abandonar posturas dogmáticas y recurrir a todos los mecanismos de financiamiento disponibles, incluidos los organismos multilaterales de crédito, que han sido clave en grandes proyectos nacionales.
El llamado es a consensuar un plan energético realista, financiable y con respaldo político que garantice su continuidad. De lo contrario, no solo se retrasará la puesta en valor de recursos estratégicos como Vaca Muerta, sino que también se pondrá en riesgo el abastecimiento energético durante los próximos picos de consumo, se demorará la expansión renovable y se llegará tarde a procesos globales como la electrificación del transporte y el desarrollo tecnológico vinculado a la inteligencia artificial.
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