David Chipperfield: “En Galicia se valora lo que se tiene; en el mundo anglosajón, la felicidad se mide por el consumo”

Instalado en Galicia desde hace más de tres décadas, el arquitecto británico David Chipperfield, ganador del Premio Pritzker 2023, ha convertido esta región en un laboratorio de ideas para repensar el papel de la arquitectura en el siglo XXI. En Corrubedo encontró un entorno que, por su ritmo pausado y su fuerte identidad cultural, le permitió cuestionar los modelos globales de desarrollo urbano y explorar nuevas formas de planificación.

Conocido por obras como el Neues Museum de Berlín o la sede de la BBC en Escocia, Chipperfield fundó en 2017 la Fundación RIA, con sede en Santiago de Compostela, para estudiar el territorio gallego y promover estrategias de desarrollo sostenible. Este proyecto, nacido de su vínculo personal con la región, se centra en cómo la arquitectura puede responder a las necesidades reales de las comunidades y no solo a la creación de iconos arquitectónicos.

El arquitecto destaca un contraste cultural clave que ha influido en su trabajo: “En Galicia, la gente es pragmática y feliz con lo que tiene; en el mundo anglosajón, nos han convencido de que la felicidad depende de consumir”. Esta filosofía lo ha llevado a orientar sus proyectos hacia el bienestar colectivo, priorizando la calidad de los espacios públicos, la interacción social y la integración con el entorno natural.

En Galicia ha desarrollado propuestas que buscan resolver problemas estructurales como la movilidad, la revitalización de zonas rurales y la sostenibilidad ambiental. Chipperfield sostiene que el valor de la arquitectura no radica en levantar edificios espectaculares, sino en diseñar lugares que fomenten el encuentro y la convivencia, reforzando la cohesión social.

La sostenibilidad es otro eje central de su pensamiento. Para Chipperfield, no se trata únicamente de elegir materiales menos contaminantes, sino de replantear todo el ciclo de vida de las construcciones. Defiende un modelo circular que priorice la reutilización de recursos, la eficiencia energética y la preservación del paisaje, con el objetivo de “construir mejor, no más”.

Con la vista puesta en el futuro, el arquitecto plantea que la verdadera innovación vendrá de un cambio de mentalidad en la profesión: abandonar la obsesión por lo monumental y adoptar una visión integral donde arquitectura, territorio y comunidad formen un ecosistema equilibrado y duradero.

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