Núria Moliner, arquitecta: “La arquitectura no debe impresionar, debe conmover”

Con una mirada que combina técnica, sensibilidad y fuerte arraigo cultural, la arquitecta catalana Núria Moliner reivindica una arquitectura que no se limite a levantar edificios, sino que construya cultura. Desde su rol como profesora en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona y divulgadora en medios, Moliner promueve una forma de proyectar con compromiso social, respeto por la historia y atención al bienestar cotidiano de quienes habitan los espacios.

Frustrada por la rigidez de los primeros estudios donde trabajó, encontró en la comunicación una vía para replantear el rol del arquitecto. En diálogo con el periodista Lluís Jutglar para el podcast La Renaixença, Moliner explica que su enfoque parte del Racionalismo catalán, una corriente que integra funcionalidad, ética y contexto local, lejos de los gestos arquitectónicos vacíos o los edificios-escultura. Entre sus referentes menciona al arquitecto Josep Lluís Sert, autor de la Fundación Joan Miró de Barcelona y del taller de Joan Miró en Mallorca, obras que —a su juicio— sintetizan tradición, luz y honestidad constructiva.

Moliner insiste en que la arquitectura debe tener una relación directa con su entorno y con las personas que la habitan. En esa línea, valora las buenas rehabilitaciones que preservan elementos originales, mejoran el confort sin borrar la identidad del inmueble y apuestan por la sostenibilidad como eje principal del proyecto. Reivindica la arquitectura tradicional y el diseño que respeta la escala humana, a diferencia de propuestas que priorizan la espectacularidad por sobre la habitabilidad.

Uno de los temas que más la interpela es la iluminación artificial en interiores, a la que considera un componente determinante del bienestar. “Cuando voy por la calle y veo una ventana con luz azul, pienso que no se puede ser feliz ahí dentro”, afirma. La luz, para ella, debe ser cálida, acompañar los ritmos naturales y crear atmósferas acogedoras. Esta postura se alinea con conceptos de iluminación circadiana, una tendencia que promueve ambientes que favorezcan el equilibrio emocional y la salud.

Desde su mirada crítica y empática, Moliner plantea que la arquitectura contemporánea necesita menos espectáculo y más escucha. “Una buena casa no es la más vanguardista ni la más grande: es aquella en la que la luz abraza y el espacio cuida”, resume. Su visión refuerza el rol del arquitecto como facilitador de calidad de vida, capaz de proyectar desde la técnica, pero con una fuerte conciencia cultural y social.

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