Unificar arquitectura e interiorismo desde el inicio reduce costos y errores en obra, según Jaime Salvá

El arquitecto Jaime Salvá, al frente del estudio JAIME SALVÁ Arquitectura & Interiorismo, advierte que una de las frases más perjudiciales en el proceso constructivo es el frecuente “esto lo vemos después”. Según su experiencia, postergar decisiones clave en obra solo deriva en sobrecostos, pérdida de tiempo y conflictos técnicos difíciles de revertir.
La propuesta de su estudio es clara: integrar arquitectura e interiorismo desde la génesis del proyecto. Este enfoque no solo mejora la coherencia estética, sino que permite alinear desde el inicio decisiones vinculadas a estructura, instalaciones, acabados, iluminación y mobiliario fijo. En sus proyectos, el diseño interior no es una fase decorativa posterior, sino una parte esencial del anteproyecto que acompaña la evolución de toda la obra.
Desde lo técnico, esta unificación facilita la comunicación: un único canal entre cliente, arquitecto, constructor e instaladores reduce errores y acelera respuestas ante imprevistos. “Se evitan versiones contradictorias de planos, malas interpretaciones en obra y duplicación de procesos”, señala Salvá. El resultado son proyectos más eficientes y controlados, tanto en tiempos como en presupuesto.
Los cambios imprevistos, en especial cuando el interiorismo se incorpora tarde, son una de las fuentes más habituales de sobrecostos. Una simple modificación puede implicar rehacer instalaciones ya ejecutadas o replantear elementos estructurales. “Mover un mueble fijo puede afectar un hueco de fachada y desencadenar problemas normativos o de diseño exterior”, explica el arquitecto.
Salvá ejemplifica con una vivienda en Mallorca donde el cliente confió todo el proyecto, desde el cerramiento hasta el mobiliario, a un mismo equipo técnico. Esto permitió desarrollar desde el comienzo un pliego de mediciones exhaustivo, optimizar recursos y ajustar precios desde la licitación, sin sorpresas durante la ejecución. El resultado: obra finalizada en tiempo, sin sobresaltos ni reformulaciones.
El mensaje es contundente: una obra bien gestionada no se improvisa. Invertir tiempo en el diseño integral desde el inicio, más que un lujo, es una estrategia técnica que permite construir mejor, gastar menos y evitar frustraciones comunes en proyectos mal planificados.
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