Brecha generacional en ascenso: los jóvenes acceden a menos vivienda
Un nuevo informe de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) expone con crudeza una dinámica creciente en España: la acumulación patrimonial a través de la vivienda beneficia cada vez más a los mayores de 65 años, mientras deja a los menores de 35 con menos propiedades, más deuda y escasa capacidad de ahorro. La vivienda, principal activo de los hogares españoles (representa el 80,2% del patrimonio total), ha ampliado la distancia entre generaciones, consolidando un modelo excluyente para los más jóvenes.
Según el estudio, entre 2002 y 2022, el valor de la vivienda subió un 66% —tras caer fuertemente durante la crisis de 2008—, pero ese repunte fue capitalizado principalmente por los baby boomers y la generación X temprana, quienes accedieron a inmuebles en contextos de precios accesibles, crédito abundante y estabilidad laboral. Los millennials y la generación Z, en cambio, enfrentan una realidad opuesta: precios altos, menor acceso a hipotecas y un mercado laboral más precario.
La diferencia es contundente: mientras más del 90% de los mayores de 65 años son propietarios, la tasa de propiedad entre los menores de 35 cayó del 65% al 40% en los últimos 15 años. Esto no solo limita el acceso a la vivienda, sino también a la posibilidad de construir patrimonio y lograr estabilidad financiera a mediano plazo.
El endeudamiento también refleja esta asimetría. La relación deuda-activos de los menores de 35 años alcanzó su pico en 2017 (49%) y si bien se redujo al 30% en 2022, sigue muy por encima de la media generacional. Además, sus deudas están concentradas casi exclusivamente en hipotecas sobre la vivienda habitual, mientras que en generaciones mayores predominan los activos diversificados: segundas propiedades, inversiones y ahorro financiero.
En términos de patrimonio neto, la brecha intergeneracional se disparó. En 2022, los mayores de 65 años acumulan en promedio 321.987 euros en activos reales, frente a 92.264 euros en los menores de 35, una diferencia de casi 230.000 euros, cinco veces mayor que la registrada en 2002. La mediana de patrimonio joven cayó de 101.040 euros a apenas 23.500 euros, mientras la de los mayores se mantuvo estable o en ascenso.
El informe también muestra que los hogares mayores superan las dos propiedades en promedio, mientras que la mayoría de los jóvenes apenas accede a una. Entre los menores de 35, el 75% de los activos se concentra en la vivienda habitual, sin margen para ahorro líquido ni inversión. Esto deja a muchos sin un colchón financiero ante crisis o cambios de ciclo económico.
Fedea advierte que este modelo reproduce una brecha patrimonial hereditaria, donde los activos se concentran en quienes ya los tienen, dificultando la movilidad social y agravando la desigualdad. Incluso dentro del propio grupo joven, las diferencias aumentan: el índice de Gini, que mide la desigualdad, es más alto entre los millennials que en generaciones anteriores a la misma edad.
La falta de políticas habitacionales efectivas, sumada a la baja oferta de vivienda asequible y la precariedad estructural, convierte a la propiedad inmobiliaria en un privilegio generacional más que en un derecho accesible. Y mientras no se revierta esta tendencia, la vivienda seguirá consolidando riqueza en un extremo y fragilidad en el otro.
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