Puente Buenos Aires–Colonia: viaducto clave para un nuevo corredor bioceánico regional

La idea de un viaducto entre Buenos Aires y Colonia, sobre el Río de la Plata, tiene más de un siglo de historia. Desde los primeros proyectos, que incluían una estructura de madera y la utilización de la isla Martín García como nodo comercial, la propuesta apuntó a resolver un mismo problema: reducir tiempos y costos en la conexión entre Argentina, Uruguay y el resto del Cono Sur, superando la dependencia del transporte fluvial y las restricciones climáticas.

En el siglo XX, la empresa alemana Stud llegó a relevar el tramo más corto del río entre Punta Lara y las cercanías de Colonia, con el objetivo de minimizar la intervención sobre el casco histórico uruguayo. Más tarde, distintas comisiones binacionales avanzaron en versiones de un puente carretero-ferroviario financiado con capital privado y recuperado mediante peaje, pero los proyectos quedaron frenados por decisiones políticas, incluyendo la disolución de organismos específicos y el cierre de instancias legislativas, tras desembolsos estatales que superaron los 20 millones de dólares en trámites y estudios.

La versión más desarrollada del plan actual se conoce como VAU (Viaducto Argentina-Uruguay). El esquema prevé una estructura de más de 60 kilómetros con dos calzadas por sentido y una vía férrea, e incorpora tres secciones elevadas para garantizar el paso de buques: un tramo principal de 75 metros de altura y otros dos de 40 y 25 metros. Además, se condiciona a la concesionaria privada a ejecutar el dragado necesario para mitigar el impacto ambiental y asegurar la navegabilidad.

Este viaducto está pensado como pieza estructural de un corredor bioceánico que vincule, en un solo eje continuo, los puertos del Pacífico en Chile con Buenos Aires, Montevideo, Río Grande do Sul y São Paulo. La distancia terrestre entre Buenos Aires y Montevideo se reduciría de más de 500 kilómetros a 292, con una disminución estimada de los tiempos y costos logísticos a menos de la mitad, mejorando la competitividad de las cadenas agrícolas, industriales y turísticas.

La infraestructura fija sobre el Río de la Plata permitiría un flujo constante de bienes, turistas y trabajadores, sin las interrupciones propias del transporte fluvial. Para Uruguay, implicaría un aumento directo del turismo y de la atracción de inversiones; para Argentina, un refuerzo de su plataforma exportadora. Para Brasil y Chile, el puente acortaría recorridos en los movimientos de carga entre océanos, descomprimiendo desvíos actuales hacia puentes más al norte y reordenando el mapa logístico regional. Hoy, con interés manifestado por empresas chinas en financiar y construir la obra, el contexto aparece como uno de los más favorables de las últimas décadas para reactivar el proyecto.

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