Obras que resucitaron y fueron premiadas

El Centro Cultural del Bicentenario CCK, los Molinos Building en Puerto Madero y el Palacio Lezama frente al parque homónimo fueron premiadas por el Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio (Cicop) y la Sociedad Central de Arquitectos (SCA). Sus méritos.

Había que hacer algo. No sé si fue lo mejor, pero así La Ciudad puso freno a la demolición indiscriminada de nuestro patrimonio edilicio. Cuántas construcciones bellas, lugares llenos de encanto o impregnados de memoria fueron destruidos ante la sorpresa e impotencia de los vecinos. Ahora hay una ley que impide demoler construcciones anteriores al año 1941 sin antes haberse sometido a un dictamen sobre su valor patrimonial. El trámite es un poco engorroso y complicado para los dueños de esas propiedades, para los que intentan convertirlas en una inversión rentable y para los arquitectos que quedan atrapados en el medio. Pero, algo había que hacer. Ahora aseguran desde el gobierno de la Ciudad que gracias a la instrumentación de una nueva plataforma las comisiones del CAP podrán tener definido en un año los edificios que se pueden demoler y los que deben quedar en pie. Pero el problema es qué hacer cuando esas construcciones con valores patrimoniales dejaron de cumplir sus funciones y se convierten en anacrónicas.

El Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio y la Sociedad Central de Arquitectos acaban de premiar tres obras de escala urbana, ubicadas en la Ciudad, que aprovechando edificios de esas características patrimoniales fueron restaurados, reciclados y puestos en valor, dándoles una vida nueva.

Sin duda, la intervención más conocida es la que hicieron los arquitectos Enrique D. Bares, Federico H. Bares, Nicolás D. Bares, Alejandro D. Becker, Claudio Ferrari, Florencia Schnak en el ex Palacio de Correos y Telégrafos desafectado como centro logístico de distribución de cartas y convertido en el Centro Cultural del Bicentenario CCK. Restauraron lo que llaman el área noble y desmontaron lo que era la nave industrial donde se procesaba la distribución de cartas. Allí metieron la “Ballena azul” donde funciona la nueva gran sala de conciertos, sede de la Orquesta Sinfónica Nacional. En la parte superior de esa nave colocaron unas vigas descomunales desde donde colgaron unas salas de exposición, todas revestidas en vidrio, tal es así que los proyectistas llamaron a este volumen que cuelga, el “chandelier” que en castellano significa la araña.

Otro edificio recuperado y premiado es el que supo albergar los Molinos Río de la Plata en Puerto Madero, una obra emblemática, ícono de la Argentina agroexportadora. Allí, en la intersección de Juana Manso y Azucena Villaflor, el estudio de los arquitectos Sebastián Balbuena, Miguel Angel Mc Cormack recicló los dos molinos, la sala de máquinas que hoy llaman “La catedral” y los unieron en la parte superior por un contundente volumen de vidrio para darle vida a Los Molinos Building, otra de las piezas que conforman el Faena Art District.

El interior se destinó, en su mayor parte, a viviendas y locales comerciales, con excepción de la inmensa nave que antiguamente ocupaba la sala de máquinas que se transformó en un gran espacio destinado a acti¬vidades culturales y eventos, hoy denominado Faena Art Center. Además la intervención en los molinos dio lugar a la creación de un espacio público donde se luce la notable pieza de arte urbano del artista Pablo Siquier, el primer mural que hace en la Argentina.

Intervenir en estos edificios industriales tiene sus ventajas. Entre ellas, la solidez de sus estructuras que antes soportaban grandes maquinarias, las generosas dimensiones de sus espacios y las escalas muy infrecuentes en las construcciones contemporáneas. Pero por sobre todo, la de mantener viva la memoria y el carácter del barrio.

La ex Fábrica de Bizcochos Canale fue transformada también por el estudio Mc Comarck y Asociados en el Palacio Lezama, donde hoy funciona parte de las oficinas del Gobierno de la Ciudad. Del basamento ladrillero emerge por detrás un edificio poliédrico de vidrio que da lugar a fantásticas terrazas intermedias que dan al parque y con el sol del Norte se llenan de empleados a la hora de almuerzo o del refrigerio. Tras la refacción y ampliación, el edificio llega a una superficie de unos 30.000 m2 con capacidad a 3.100 puestos de trabajo que le han sangre nueva al barrio. Allí se mudaron muchas de las dependencias que estaban en el Mercado del Plata como el Ministerio de Modernización, Ministerio de Espacio y Ambiente Público, Sindicatura General y Ministerio de Desarrollo Urbano y Transporte.

Pero el jurado de los Premios Cicop-SCA no solo galardonó obras de gran envergadura y de la Ciudad. También lo hizo con otras que recuperan el patrimonio de las más variadas procedencias, temáticas y escalas como la Iglesia Nuestra Señora del Carmen de Chañaral, Chile; la restauración de la Casa Paunero (1961) en Paunero 2140, Martínez; el Fuerte San Miguel de Agüi en Ancud, Chile; la Pulpería Santiago Humberstone en Pozo al Monte, Chile; la Capilla de Totihue en Chile; el Polo Industrial y Tecnológico Capurro – Oficinas de Alur en Montevideo, Uruguay; las Oficinas Rurales en Pehuajó, Pcia. de Buenos Aires; el Centro de Arte Molino Machmar en Puerto Varas, Chile; la Biblioteca Regional Antofagasta, Chile; el Teatro Politeama, en Canelones, Uruguay; y el espacio público Plaza Montt Varas en Santiago, Chile. Una vez más se reafirma el dicho que asegura que “viejos son los trapos”.

Fuente: Clarín

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