Los 10 edificios más raros de la Argentina

Una lista de las obras diferentes, singulares, únicas. Las valientes creaciones que rompieron el molde de la arquitectura nancional.

Para empezar, te tengo que decir que en arquitectura, no existen edificios raros. Porque lo que hoy, a vos, a mi, a Fulano o a Mengano le parece extraño, mañana puede ser una genialidad, una obra que se “adelantó a su tiempo”. También están los edificios que, valientes, iniciaron una súper tendencia revolucionaria que después no siguió y quedaron como en “orsai”.

Pero acá, vamos a citar 10 edificios argentinos, digamos, “singulares”, llamativos, audaces. Hay que aclarar que esta selección deja necesariamente algunos incunables afuera y que es también antojadiza y caprichosa, pero, una buena manera de empezar una discusión.

Entre estos diez casos de estudio hay edificios de formas realmente raras como el Hotel Boca, futuristas con el abandonado Casino de Necochea, egipcias como el Centro Cívico Terrazas del Portezuelo en San Luis, obras maestras como la Biblioteca de La Pampa o casas aparentemente normales, como la que construyó Abdón Sahade hace 68 años en Córdoba, casi un chalé de barrio pero que puede girar como una calesita. Veamos una por una.

 

Metáfora espacial

Casino de Necochea. Diseñado por el arquitecto Roberto Quiroz e inaugurado en 1973.

Hoy es una ruina sin mejor motivación que recordar su glorioso pasado y el futuro que evocaba, sin embargo, el Casino de Necochea se inauguró en el verano de 1973 con bombos y platillos. Su estampa futurista fue el furor de una década en la que tallaban grandes obras desarrollistas, sinónimo de progreso como el Túnel Sub-fluvial, El Chocón o el puente Zárate-Brazo Largo.

El Casino fue diseñado en 1968 por el arquitecto Roberto Quiroz y se destacó por el cuerpo oval del Centro de Convenciones que se elevaba, soberbio, desafiando la tradicional arquitectura de chalés y edificios siempre “prismáticos” a puro ángulo recto.

El complejo se pensó para recibir 8 mil personas, con 50 mesas de ruleta y 20 de punto y banca en el casino. Canchas de bowling, mesas de billar, una pista de patinaje, salones, oficinas y locales, todo en el estilo bien modernoso de la época. Junto al restaurante y la boite, en la terraza, lucía atrayente una pileta con iluminación subacuática, trampolines e innovadores toboganes.

Imaginemos todo esto empapado de la estética de los 70 y tendremos la escena completa del clima bien “cheronca” que proponía el Casino en su momento de gloria.

Claro que después de aquella prometedora Argentina llegaron militares, Martínez de Hoz, Plata Dulce y los viajes al exterior con el “deme dos” que acabó con el turismo interno, el crecimiento de Necochea y aquel futuro desarrollista.

La falta de mantenimiento, el abandono y las sucesivas crisis económicas opacaron el brillo del Casino hasta convertirlo casi en una ruina. Para colmo, una noche de invierno del 2001, un incendio acabó con una cuarta parte de un edificio. Su imagen pregnante y singular, a pesar de su deterioro, sigue siendo un símbolo de Necochea.

 

Hotel para la mitad más uno

Hotel Boca. Construido en 2011 con diseño del uruguayo Carlos Ott, en la calle Tacuari y Alsina.

Hace ocho años, el arquitecto uruguayo Carlos Ott inauguraba el primer hotel del mundo dedicado a un equipo de fútbol. Era en Tacuarí al 200 y el Hotel Boca prometía vivir la pasión boquense de manera inusual: alfombras que imitaban el césped de La Bombonera, un mirador virtual de lo que ocurriera en el estadio mediante pantallas HD, un salón de eventos que bautizado «La Bombonera», un restaurante llamado «La Boca» y el bar «La Barra».

Pero a Ott, que se hizo mundialmente famoso cuando ganó el concurso para la Ópera de la Bastilla en París, le gustan los edificios llamativos, y en el lote de escasos 9 metros le metió dos fachadas curvas, un techo volado y luces que cambian permanentemente de color.

Apenas se ve porque la calle es demasiado estrecha, pero arriba, asoma una punta bien afilada que parece una lanza apuntando al cielo. A su vez, el frente se despliega en forma vertical con dos superficies contrapuestas, una cóncava y otra convexa.

 

Un edificio debajo de una plaza

Centro Cultural de Córdoba. Una plaza púbica sirve te techo del complejo y se eleva recordando a la barranca natural que había en el lugar.

Para construir lo que iba a ser el Centro de Interpretación de la Provincia de Córdoba se hizo un concurso nacional de ideas, el proyecto ganador proponía que el edificio estuviera debajo de una gran plaza ondulante como una montaña.

Después, como sucede siempre, las autoridades decidieron que, ya que gastaban planta, sería mejor que en el mismo lugar funcionaran también el Archivo Histórico y un auditorio. Los arquitectos hicieron malabares para no cambiar la esencia del proyecto y lo lograron.

El edificio hoy es una especie de espacio público que se desparrama sobre el edificio. La forma alienta a que la gente juegue en su escarpada cubierta, de hecho, ya ocurrió algún accidente fatal.

Ahora convertido en el Centro Cultural Córdoba, el conjunto se destaca desde varios kilómetros de distancia gracias al Faro del Bicentenario, una columna de hormigón que asciende retorcida hasta los 90 metros de altura y llega a los 102 gracias a un mástil superior.

La idea de los arquitectos fue la de reemplazar la barranca natural por este edificio plaza. La terraza transitable tiene un hueco que muestra desde arriba el edificio que existe abajo y toda esa terraza se sostiene con unas llamativas columnas en forma de v corta que recorren el perímetro.

El Centro Cultural está en medio del Parque Sarmiento de la Ciudad de Córdoba, entre el MEC-Museo de Arte Contemporáneo Emilio Caraffa, la Plaza España y el museo de Ciencias Naturales de la Provincia.

 

Una casa de botellas

Casa de las botellas. Obra de Tito Ingenieri, artista plástico y escultor que construyó su casa durante 25 años con botellas recuperadas de la basura.

La casa de Tito Ingenieri es una atracción turística que ya trascendió el país. La construyó con sus manos y miles de botellas vacías. Hace más de 25 años, con un terreno pelado y los envases que encontraba en ribera de Quilmes se le prendió la lamparita: hacer su casa con botellas de vidrio. Él dice que la idea la sacó de una nota en una revista, donde contaban que una pareja hizo su casa de esa manera.

Lo primero fue hacer su casa lo más barata posible y así es que recorrió bares y supermercados de la zona para conseguir las botellas.

Después la idea creció y comenzó a tomar otra escala. Ahora, además de la casa tiene un taller, un depósito para herramientas y otro para sus trabajos artísticos y una la torre de tres pisos que se inspiró en “El faro del fin del mundo”.

Obviamente, Ingenieri es un tipo hábil y muy ingenioso, de hecho es escultor autodidacta. Con toda esa carga genética y el mandato de su propio apellido, armó el proyecto de su vida. Comenzó con una estructura de hierro a la que fue rellenando con botellas. Puso los picos para afuera para que adentro le quedara lisito, ahora, cuando sopla el viento, la casa suena como un órgano.

Su casa de vidrio ya es considerada un museo y fue declarada Patrimonio de Quilmes. Él, por su parte, se llevó el título de Ciudadano Ilustre.

 

Vivienda giratoria

Casa Giratoria de Córdoba. En su ubicación original, la casa ocupaba un lugar alto de un barrio que, en ese entonces, era súper residencial. Su aspecto era normal, aunque un mecanismo en su base le permitía girar. 

En 1951, Abdón Sahade, inmigrante sirio, empresario textil e ingeniero autodidacta puso a girar la casa que había construido en el barrio de Nueva Córdoba. Durante cuatro años había invertido tiempo y dinero en lo que toda la familia consideraba una extravagancia: hacer un chalé que girara como una calesita.

Su “Casa Giratoria” ocupaba un lugar alto de un barrio que, en ese entonces, era súper residencial. Abdón quería aprovechar la vista panorámica de su terreno y variar el punto de vista, además de jugar con las distintas orientaciones y el aprovechamiento del sol.

Para eso, ingenioso, el empresario construyó la casa sobre una base circular metálica soportada por ruedas de ferrocarril que se deslizaban sobre un riel que recorría el perímetro. Un juego de engranajes conectados a dos motores eléctricos se encargaba del movimiento.

Pero más ingenioso que todo era el sistema que permitía, una vez que la casa está en movimiento, que todos sus servicios de electricidad, agua corriente y desagües cloacales funcionaran sin problemas.

Ojo, la casa no era una batidora que giraba a mil por hora. Daba vueltas despacio para no marear a sus habitantes. Se movía a razón de un metro por minuto. Es decir que, para dar una vuelta completa, era necesaria toda una hora.

El invento de Shade se convirtió en una atracción turística desde el primer día, hasta fue declarada patrimonio arquitectónico-cultural de la ciudad de Córdoba. Pero, con el tiempo, el furor de la novedad se fue apagando y en 2002, la familia de Abdón decidió usar el terreno para construir una torre. Es que el barrio residencial de los 50 se había convertido en una cotizada zona, apetecida por los constructores.

Cuatro años después, la casa salió camino al Museo de la Industria en un enorme carretón por las calles de la ciudad. Para evitar que se partiera en pedazos (al fin y al cabo era una casa de ladrillos como cualquier otra), el carretón tenía 128 ruedas computarizadas y la casa un refuerzo tipo antisísmico.

Parece que más de 60 mil personas asistieron a la mudanza y siguieron el traslado por 26 cuadras, durante 12 horas. Paradojas del destino, todo el esfuerzo por salvar a la casa que giraba solo logró que descanse en el Museo de la Industria pero más quieta que Gardel en el cuadro.

 

Torre rayador

Edifico de la Gobernación de Córdoba. El volumen está compuesto por fachadas triangulares de hormigón visto que lucen perforaciones romboidales.

En los últimos años, los cordobeses han descollado por sus obras, además del Museo Caraffa, el Palacio Ferreyra y el Centro Cultural Córdoba, hace casi 10 años se despacharon con un llamativo Centro Cívico que llamaron “del Bicentenario” y le pusieron el nombre: Gobernador Juan Bautista Bustos.

El conjunto está compuesto por dos edificios, uno bajo, en el que funciona la Gobernación y la residencia, y una torre de 45 metros de alto que se retuerce casi a la mitad de su altura. El volumen está compuesto por fachadas triangulares que, al rotar, producen un efecto inusual. Además de su forma, estos frentes de hormigón visto lucen perforaciones romboidales que ofician de ventanas.

El edificio se apoya sobre una pileta que produce el efecto de un espejo y multiplica visualmente la imagen, produciendo la ilusión de que la construcción es más alta.

 

Una experiencia comunitaria

Comunidad Tierra Claudio Caveri.  En Moreno, Provincia de Buenos Aires, el arquitecto Caveri construyó los edificios de una comunidad casi con sus propias manos, siguiendo criterios poéticos y de economía de medios.

Durante más de cuarenta años, el arquitecto Claudio Caveri desarrolló su propia arquitectura, y lo hizo de la manera más extrema: formando una comunidad cristiana ligada al socialismo utópico.

Así es que su Iglesia Santa María de Guadalupe y la Comunidad Tierra son el fiel reflejo de una propuesta de vida. En un terreno de Moreno, Provincia de Buenos Aires, en 1958, Caveri se instaló para construir con sus propias manos, con criterios poéticos y de economía de medios.

 

Nada de ángulos rectos, nada de líneas puras, los edificios de la comunidad son curvos, naturales, sensuales. Pero no son el resultado de un formalismo vacío, sino de una forma de construir con cemento y hierro formando “cáscaras” que se sostienen por forma.

 

La rueda de Cristo

Cementerio de Saldungaray. Diseño del arquitecto Francisco Salamone que rompe todos los códigos estéticos de su tiempo y sigue siendo una obra inclasificable hoy en día.

De 1936 a 1940, el italiano Francisco Salamone construyó casi 70 obras, muchas de las cuales forman parte de un conjunto singular que no tiene parangón ni aquí, ni en otros países, ni en otras épocas.

Mataderos, muchas municipalidades, tanques de agua, plazas y cementerios, diseminados por la Provincia de Buenos Aires, son testimonio de la prodigiosa imaginación de Salamone y su valentía, cuando no audacia, para proponer arquitecturas fuera de catálogo.

Su obra más extraña es, tal vez, el Cementerio de Saldungaray, cerca de Pringles. Se trata de un portal en forma de rueda de auto que alcanza los 18 metros de diámetro. Un juego de rayos concéntricos convergen en una pesada cruz que, a sus pies, permite el acceso al campo santo. En el medio de la gigantesca cruz, la expresiva cabeza de un Cristo doliente mira hacia abajo, contemplando a los deudos en su camino al entierro.

Salamone era un maestro de los efectos escenográficos, su relación con el Gobierno conservador de la Provincia de Buenos Aires en esa época le permitió realizar una copiosa producción en la que nadie parece haber ejercido censura alguna. Su inspiración parece llegar del estilo monumentalista muy empleado por los regímenes totalitarios europeos desde la década del 30.

 

El armadillo amarillo

Biblioteca de la Cámara de Diputados de La Pampa. Una obra sobresaliente de Clorindo Testa que contradice en el mismo Centro Cívico toda la arquitectura que había diseñado décadas antes.

En 2006, Clorindo Testa diseñó la Biblioteca para la Cámara de Diputados de La Pampa inspirado en el caparazón de un armadillo gigante. Con esta ocurrencia, el genial creador de la Biblioteca Nacional transgredió todas las ideas con las que había diseñado el Centro Cívico de la provincia 40 años antes.

Aunque parezca complicado, el edifico es súper sencillo, tiene una forma rectangular en planta y lo único fuera de libreto es el techo, que al fin y al cabo es muy parecido a un galpón.

Los dos laterales recorren la curva del techo pero con cortes que, junto al color amarillo, le da al edificio un aspecto juguetón. Para aumentar la sorpresa, el arquitecto colocó ventanas de distintos tamaños y parasoles de aluminio.

 

Pirámides en San Luis

Terrazas del Portezuelo, Centro Cívico de San Luis. Un conjunto imaginativo que prioriza los edificios simbólicos de la gobernación.

Terrazas del Portezuelo es el nombre del conjunto de edificios y parque cívico en el que funciona el Gobierno de la provincia de San Luis. Fue construido en 2010 por el arquitecto Esteban Bondone y su edificio principal, ubicado en la parte más alta del terreno tienen la forma de pirámides truncas.

El edificio parte de una base cuadrado de 65 metro de lado y alcanza una altura de 47 metros. En los costados, las torres son transparentes, recubiertas por una “piel de vidrio” verde y con aplicaciones de titanio. El edificio está en el centro de un conjunto en el que se ubicarán los módulos ministeriales.

Fuente: Clarín

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Un comentario

  1. Me crié en Moreno, fuí al colegio en la comunidad de tierra y mí viejo construyó con Caveri, entre otras la iglesia de Moreno, que ya no recuerdo el nombre, interesante la nota, pero arquitectura sin fotos, aunque más no sea un dibujo de las obras, por lo menos

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