Un presupuesto para «hacer y estar»: obra pública e inclusión

El presupuesto es una herramienta de gestión del gobierno, pero primariamente una institución fiscal para dar previsibilidad a la comunidad. No sólo de parte del Poder Ejecutivo, sino también del Legislativo, donde participan todas las fuerzas políticas. Brindar señales en el camino para que las empresas inviertan y desarrollen su potencial productivo con menos incertidumbre. Para que los vecinos tomen sus decisiones de consumo y ahorro. Para que los intendentes puedan planificar mejor la gestión local. Para que trabajadores y empresarios puedan celebrar contratos más largos. En definitiva, lo más importante, para que los votantes, dueños de los recursos en su rol de contribuyentes, tengan parámetros ciertos para pedir rendición de cuentas a sus gobernantes.

Bajo esa impronta, el proyecto de presupuesto de la provincia de Buenos Aires 2017 ya no es un dibujo. Por el contrario, procura cristalizar los valores que destaca el Presidente cada vez que se relaciona con la comunidad: hablar con la verdad. Por supuesto, no es un pronóstico infalible ni una verdad revelada, pero refleja la mejor previsión que hoy puede proponer el Ejecutivo provincial para pavimentar el camino decisorio de las familias y las empresas bonaerenses.

En ese marco, por primera vez en muchos años incluye una previsión en materia de erogaciones en personal. No es una pauta salarial, que se define en una institución distinta, como son las paritarias libres con más de 30 sindicatos que representan a los más de 600.000 trabajadores provinciales. Si la realidad terminara siendo distinta de la prevista, obviamente la pauta se acomodará a la realidad. No existe ninguna vocación del gobierno provincial por reducir los salarios reales.

La asignación de recursos también trasluce los valores centrales de la administración Vidal: hacer y estar. Hacer obra pública para mejorar la calidad de vida de 16 millones de bonaerenses; estar cerca de los más vulnerables para atenuar la deuda social en la transición al desarrollo sostenido.

Igual que en este año, la inversión pública más que se duplicará en 2017 y será cuatro veces superior a la de 2015. El gasto de capital, 3,7% del presupuesto en 2015, será de 6,3% en 2016 y trepará al 8,4% en 2017. Semejante inversión en infraestructura tendrá obvio impacto positivo en el mercado laboral, generando más de 70.000 empleos directos y 40.000 indirectos.

El acompañamiento a los más vulnerables se refleja en el segundo rubro entre los que más crecen en la asignación de fondos: los recursos destinados a promoción y asistencia social aumentan 84% respecto de este año (y 120% respecto de 2015), y los programas de salud, un 42% anual respecto de 2016 (y 100% más que en 2015).

Finalmente, como se sabe, los desequilibrios nunca los pagan los gobiernos, que están de paso, sino los contribuyentes, que están siempre. El déficit real presupuestado es apenas inferior a los de 2015 y 2016 en términos de PBI, aunque, claro, con una composición muy distinta. De hecho, postula un resultado operativo (ingresos menos gastos corrientes) neutro. Es decir, sin obra pública, no habría déficit. Análogamente, el ritmo de incremento de deuda previsto es similar al de 2016 en términos nominales, aunque obviamente menor en términos reales (US$ 3350 millones en 2017 vs. US$ 4000 millones en 2016), producto del mayor orden de las cuentas públicas.

En definitiva, un eslabón más hacia la reconstrucción institucional que necesita nuestra provincia, condición crítica para empezar a vencer en serio la pobreza en el territorio que alberga a casi el 40% de los argentinos.

Hernán Lacunza

El autor es ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires

Fuente: La Nación

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