Benito Roggio y la UTE entre Electroingeniería y Boetto–Buttigliengo renegocian repavimentacion de Ruta 60

La ruta nacional es una vía clave para el norte de Córdoba y lleva años sin mejoras. Conducir a la máxima permitida es riesgoso. La promesa de repavimentación y ensanche de banquinas sigue esperando concreciones. En 30 años, nunca estuvo bien

Deán Funes. Los usuarios frecuentes de la ruta nacional 60 –que nace cerca de Villa del Totoral, en su intersección con la ruta nacional 9, y pasa a Catamarca– parecen ya habituados a transitar por una vía peligrosa, no demarcada, mal señalizada, sin banquinas y hasta con baches. Algunos parches aparecen de vez en cuando, pero de una solución definitiva todavía no hay noticias.

El peor tramo son los 30 kilómetros entre Deán Funes y Quilino: parecen un campo de batalla. Casi a cada metro se percibe una falencia en el asfalto o la banquina, según pudo constatar este diario.

Pero, en realidad, casi ninguno de los 150 kilómetros de todo su recorrido sobre territorio cordobés está en buen estado.

La 60 es una vía clave de comunicación entre Córdoba y el noroeste y norte del país. La única alternativa aunque alejada es la nacional 9, que comunica con Santiago del Estero, y que si bien no luce con similar nivel de deterioro tampoco está óptima para el intenso tráfico que moviliza.

Luis Figliozzi, jefe de Vialidad Nacional para la regional Córdoba, señaló en mayo de 2016 que preveían que en septiembre pasado estuviese lista la renegociación de dos contratos firmados por el Gobierno nacional anterior con las empresas Benito Roggio y la UTE entre Electroingeniería y Boetto–Buttigliengo para retomar las obras de repavimentación, demarcación horizontal y vertical y alcantarillado sobre la ruta 60.

El intendente de Quilino, Ariel Rivero, relató que le confirmaron desde Vialidad que esa renegociación está casi lista, pero que hasta tanto esas empresas puedan reiniciar los trabajos será el destacamento de Vialidad Nacional en Sinsacate el que encare tareas de bacheo a modo de emergencia.

“En reiteradas oportunidades, todos los intendentes y jefes comunales del corredor, junto con legisladores provinciales y nacionales, hemos hecho los reclamos por el estado de la ruta. En junio del año pasado nos reunimos con autoridades de Vialidad Nacional, que nos prometieron que rea­nudaban las obras pendientes”, resumió Rivero.

La obra originalmente fue adjudicada en 2012 y se iniciaron trabajos en diferentes tramos, pero llegaron solamente hasta Deán Funes y dejaron al resto del corredor en un estado crítico.

A poco de iniciar aquellas obras, la Nación dejó de enviar fondos; las empresas abandonaron las tareas y la ruta quedó a medio hacer, e igual de peligrosa que durante la última década.

 

 

Sólo despacio

El tramo entre Deán Funes y Quilino es el que acumula más reclamos. Aunque hay algunos baches tapados –muy rudimentarios, groseros, que duran poco– también aparecen cráteres y sobrebordes, además de malezas que llegan directamente hasta la ruta y no permiten detenerse en la banquina.

Conducir a 110 kilómetros por hora, el máximo permitido sobre esta ruta, es cuanto menos temerario. Ni hablar de transitar a esa velocidad de noche, porque algunos sobrebordes no se notan sino hasta que se está sobre ellos. Pisarlos implica desestabilizar el volante.

Muchas curvas están anunciadas a escasos metros de iniciarse. Los pozos más grandes ya fueron tapados, pero hasta ese bacheo reciente representaban la seria posibilidad de romper una cubierta.

Los usuarios frecuentes saben que deben ir a 80 kilómetros por hora y, cuando se puede, por el medio de la ruta, para evitar el banquinado desastroso y los defectos sobre el pavimento.

En el relevamiento realizado se intentó contabilizar la cantidad de defectos sobre la ruta y se llegó a la conclusión de que no hay un kilómetro sin defecto, hecho que rankea a esta ruta entre las que peor mantenimiento reciben.

Fuente: La Voz del Interior (Córdoba)

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