Las obras entre Allen y la Isla Jordán van a paso lento

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Hay menos obreros que en una chacra en un tramo de la 22

RÍO NEGRO. Las obras entre Allen y la Isla Jordán van a paso lento, muy lento. Una recorrida de 10 kilómetros permitió ver trabajando a sólo dos operarios por kilómetro. Crecen los reclamos.

La autopista tendrá cuatro carriles, con su divisores centrales.

A la altura del Puente 83 se realizaron trabajos en el área de cruce del canal por debajo de la ruta. Hay menos obreros que en una chacra en un tramo de la 22.

Dos máquinas, cuatro camiones y un promedio de dos obreros por kilómetro en un trayecto que supera los 10 kilómetros. Esa es la síntesis de los recursos afectados a la construcción de la autopista de la Ruta Nacional 22 en el denominado tramo 5, comprendido entre Allen y la Isla Jordán, en Cipolletti. Aunque los trabajos no están detenidos, el avance es lento y quienes utilizan la 22 reclaman celeridad en la obra.

La comparación es notable y, aunque se trate de actividades muy distintas, es inevitable observar el contraste. Hay más movimiento en una chacra en la que la peonada cosecha peras Williams, entre Allen y Cipolletti, que en la obra de la autopista. “Río Negro” recorrió todo el trayecto del tramo 5, iniciado el viaje en el cruce con la Isla Jordán. En ese punto está planificada la construcción de un puente sobre elevado que todavía ni asoma.

Unos 2,2 kilómetros al este recién se advierte el primer sector de obra, a la altura del Puente 83. Allí se realizaron trabajos en el área de cruce del canal por debajo de la Ruta 22. Hay tambores que señalizan la obra y estructuras de hierro a un costado de la traza, pero no se ven obreros ni máquinas trabajando.

Justo en ese lugar, en el ingreso al barrio Tres Luces, dos familias que poseen sus viviendas a la vera de la Ruta 22 todavía conviven con la amargura de no saber a dónde irán a parar. Un fallo judicial los obligó a desalojar sus casas porque interfieren el trazado que tendrá la autopista, pero en agosto del año pasado apelaron la medida. “No sabemos qué va a pasar. Veremos cuando termine la feria judicial si tenemos alguna novedad”, comentó Verónica Suárez, una de las vecinas perjudicadas. El tema, no menor, es un conflicto no resuelto para el avance de la obra.

Más adelante, en el kilómetro 4,2 del tramo 5 y a la altura del cruce que conduce a la Escuela Rural Nº 40, en Fernández Oro, hay un puente en construcción que todavía no fue pavimentado. Allí también reina la desolación, porque no hay nadie trabajando en esa estructura (un jueves, 11:36 horas).

Casi en la mitad del trayecto dos máquinas viales aparecen como parte de la postal de la obra. En el puente sobreelevado que está situado en la intersección con Isla 10, también en Fernández Oro, hay 16 obreros trabajando. Dos aplanadoras, un camión con batea, un viejo regador y dos camiones con grúas que levantan las placas de cemento para construir los murallones del puente es todo lo que hay. Entonces, sobrevuela la pregunta de si esos recursos, que fácilmente pueden contarse, son los suficientes para una obra que demanda que se termine cuanto antes y que en su presupuesto tiene números astronómicos.

El último puente del tramo, construido en Allen a la altura del cruce que conduce a la planta de separación de hidrocarburos de YPF, es uno de los más avanzados. Está pavimentado y tiene colocada en los laterales la contención de seguridad, construida con bloques de hormigón. Allí sólo hay cuatro obreros trabajando, un tractoelevador con una chata de arrastre.

El cartel de “fin de obra” está ubicado a 1 kilómetro del edificio de la Secretaría de Fruticultura. En ese punto se acaban los trabajos de compactación y ensanchamiento sobre las banquinas. También allí está colocado el cartel de obra que indica que los trabajos, a cargo de la contratista CPC SA-CN SAPAG SA, comenzaron en el año 2011. El tramo 5 tiene una longitud de 9.630 metros e inicialmente tenía para la ejecución de los trabajos un presupuesto de 103.553267,33 pesos.

 

“Así no se puede seguir, es un peligro”

Carlos Huentemil recorre todos los días la 22 desde Centenario hasta Roca para acarrear fruta de las chacras con su camión.

Entiende que la autopista es sumamente necesaria para mejorar el tráfico de la región, pero dice que la obra –en plena ejecución– deja mucho que desear. “La autopista se tiene que terminar urgente. Esto no puede seguir así”.

“Es un riego permanente. Cuando pasás por debajo de los puentes no hay banderilleros y podés chocar en cualquier momento, porque no se ve nada”, explica Carlos Huentemil.

 

La seguridad vial, un problema en medio de la obra

Enormes colas de vehículos avanzan a paso de hombre en los sectores de desvío de la obra. En horas pico y cuando la temperatura pone al termómetro por las nubes, la impaciencia hace estragos. Sobrepasos en el ripio, piedras que vuelan para todos lados y el polvo en suspensión que con el sol dificulta aún más la visibilidad son escenas cotidianas.

Oscar Zurita tiene casi todo el día frente a sus ojos las imágenes de quienes no respetan las velocidades mínimas en el tramo en obra y ponen en riesgo sus vidas y las de los demás. Desde el carrito de comidas que atiende, ubicado a la vera de la 22 en Fernández Oro, es testigo de la imprudencia. “La velocidad es impresionante. Siempre hay choques acá. A veces algunos se tienen que tirar a la banquina porque no llegan con una maniobra y nos llenan de piedras. Pese a que esta parte de la ruta está en obra, la mayoría no saca el pie del acelerador”, comenta.

El tramo 5 de la Ruta 22 va de Allen a la Isla Jordán, en Cipolletti. Los recursos parecen no ser suficientes para que la obra avance.

Fuente: Diario Rio Negro

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